martes, 18 de enero de 2011

CAMPEÓN





Alguna vez había ganado, lo recordaba bien, no fue mucho, pero le bastó para comprobar que la vida tenía sentido. Se conformaba con poco.
Cuando corría de pequeño tensaba todos los músculos del cuerpo y aunque pensaba que el diablo viajaba en sus talones y que era la reencarnación de Flash Gordon, toda su clase le adelantaba mientras él sacaba los pulmones por la boca. Otra vez será, decía colocándose las gafas. 
Al crecer, rápido se dio cuenta de la fragilidad de sus extremidades, justo aquella tarde que Alberto le retó a un pulso delante de María, su mano alcanzó la mesa a los tres segundos, no le dolió en ese momento hasta que María le giró la cara y fue corriendo a besar a Alberto, entonces, rápido también, aprendió que su fragilidad no solo residía en sus extremidades y ubicó perfectamente el alma entre dos costillas, se colocó las gafas.
No creció mucho más. Un día haciendo la compra le dieron un boleto, era Navidad, le llamaron a casa diciendo que había ganado una cesta.
La ceremonia de entrega fue el miércoles siguiente en la explanada de aparcamientos del supermercado. Un escenario lleno de guirnaldas con una mesita en el centro presidía un espacio surreal entre coches y carritos de la compra. Dijeron su nombre, algunas personas aplaudieron, un niño esperaba impaciente a que le dieran su bici, pero era el momento de la cesta de navidad con una pata de jamón serrano incluida. 
Subió y entre los señores enchaquetados que daban constancia y fe de la limpieza y solemnidad del acto, apareció una joven, ya no tan joven, vestida con gorrito de papá Noel y llevando la cesta del premio. La reconoció enseguida, era María, fue hasta él, le entregó la cesta y entre los flashes de los fotógrafos contratados para cubrir el evento, le dio un beso. Volvió a ubicar su alma exactamente en el mismo punto, se colocó las gafas la agarró del brazo y la invitó al cine. La cesta quedó en el escenario y un niño muy contento volvió a su casa con ella y una bici.
Después del cine María no volvió a llamar. Una fotografía suya ampliada presidía el salón de su casa, aparecía él con una cesta y una chica vestida con gorro de papá Noél le besaba, mientras, él se colocaba las gafas.

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