martes, 29 de marzo de 2011

La cita

Hacía un tiempo que se arreglaba más de la cuenta, procuraba un buen apurado de su barba diariamente y las rutinas frente al espejo eran cada día más prolongadas. Al vestirse no descuidaba el más mínimo detalle, todo combinaba y sentía que la elegancia era un don que se le había concedido desde la cuna. Doblaba meticulosamente el pañuelo que terminaría asomando en el bolsillo de su americana, los zapatos bien lustrados y para terminar, con un fino peine de púas muy juntas que guardaba en el bolsillo de su camisa, dibujaba una línea perfecta casi a punto de la sien. Unas gotas de colonia con regusto a madera y tabaco bastaban para dejar por el pasillo el recuerdo de su trayectoria.
No andaba mucho, unos pocos pasos, los que se podían contar desde el baño hasta el salón de su casa. Encendía la tele y se sentaba en el sillón de enfrente con un gesto maniático de estirarse el pantalón intentando planchar arrugas inexistentes. Luego esperar, no mucho, pero le gustaba llegar siempre unos minutos antes a su cita. Entonces aparecía ella, la chica de la teletienda nunca faltaba, tan puntual como él, y le guiñaba un ojo, mientras le enseñaba las bondades de los artilugios de cocina llamados a revolucionar el mundo del ama de casa. Ella le miraba y él lo sabía, con la complicidad que sólo es producto del amor más puro, incluso tenían un lenguaje secreto.
En una habitación de su casa, la que en un principio iba a destinar a su descendencia, se amontonaban objetos de utilidades imposibles, casi sin espacio, acumulando polvo.

lunes, 28 de marzo de 2011

Me Tocan ( a los que compartieron los lunes y el ocaso)


Me toca
me tocan
apenas susurrando
palabras electromagnéticas.
No sé nada de sus tulipanes
de su pelo ensortijado
la foto de un niño lejano,
foto seria de un chaval
que cumple años
felicidad 2.0
se avecina la primavera
como una ausencia
quedan  prendidos
en la brisa binaria
cuadrados de perfil
reverdecido, brota
esta enredadera de palabras
mi pupila dilatada
y un rostro reflejado
desde un mundo que apenas percibo
con éstas antenas de insecto,
se cuelan en mi vida, y tú poeta,
con el apellido de mi estirpe
me rodeas zalamero
guiñándonos los ojos,
trayendo caramelos de vocales
Como frutas, que me estallan
en la boca de mi asiento.
Entraron profundo
por la puerta más pequeña
al país de las maravillas
gin-tonics y croquetas
para menguar  las cerraduras
véannos bailando desnudos        en la orilla
acéptame como hermano
te contaré otro cuento
con suerte, un lunes cualquiera
y una pantalla incandescente
nos muestra seres mitológicos
más cercanos incluso
que el vecino,
mientras, a alguien se le quema la comida

¿Estaban ricas? Pregunta uno a quién quiero,
no sé cómo se llama, ni si su rostro
se me aparece en sueños
cosidos todos     acaso
por dos letras
y un poema
en purgatorio.
Yo los quiero
no sé como
pero me tocan
los lunes sus palabras de amor anónimo
que me huelen a croquetas.

jueves, 3 de marzo de 2011

de cómo se conocieron el chico preparado y la princesa de la liendrera de oro


Sólo era una intervención rutinaria de hipertrofia de adenoides, todo bien, lo extraordinario de aquel día fue lo que los médicos encontraron en las vías respiratorias de aquella niña.
Era imposible que un objeto de ese tamaño hubiera llegado hasta allí y mucho más desalentador resultaba el hecho de que ninguna de las placas de rayos X detectara el más mínimo atisbo de metal en su nariz. Pero allí estaba, ante la mirada estupefacta de todos aquellos hombres de ciencia, un objeto del tamaño de una tarjeta con dos hileras de púas relucientes a cada lado.
El silencio reinó en el quirófano, todos escudriñándose temerosos de ignorar alguna enfermedad extraña que generara la producción de cálculos metálicos nasales. Sonó sólo el estruendo del objeto ya limpio en la bandeja y la voz resuelta de la enfermera que depositándola en la mesa dijo:-Es una liendrera –se la llevó a la boca y cómo calibrándola con los dientes continuó –Es una liendrera de oro macizo.
No se habló más del tema, metieron la liendrera en un tarrito de muestras de orina y se la dieron a la niña que la miró feliz y orgullosa, sabiendo mejor que nadie lo útiles que son las liendreras de oro para las princesas en general.

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-Nadie lo ve hay que joderse – dijo mientras llenaba la bañera hasta los topes.
Él, que era un niño listo, estuvo siempre preparado…Sabía qué hacer en caso de pandemia de todos los virus y de aquel con nombre de letra y del otro desconocido, aunque en realidad los nombres y los virus le importaban una mierda. Sabía lo que le pasaba a la gente que no estaba preparada y sobretodo sabía que ante un ataque zombi lo primero que ocurriría era un corte en el suministro de agua, casi todo lo demás ya lo había adquirido en la ferretería.
Estaba preparado para terremotos, huracanes y apocalipsis varios. Para lo que no estaba preparado de ninguna manera era para una pediculosis de aquel calibre...